Echando un vistazo a los indicadores más recientes en cuanto a desarrollo humano y competitividad, nos queda claro el camino largo y tortuoso que se nos abre por delante. Respecto al IDH elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el ranking y sus componentes de medición son una radiografía cruda de nuestra realidad y la consiguiente ubicación a escala global.
¿Qué factores se tiene en cuenta el al evaluar el IDH en un país? El primero de ellos es la esperanza de vida al nacer, que mide el promedio de edad de las personas fallecidas en un año. Este factor puede estar modificado por distintos elementos. Recientemente, la Comisión Europea ha hecho público un estudio que revela que las condiciones socioeconómicas pueden acortar la esperanza de vida en más de dos años. En síntesis: la pobreza puede producir un impacto similar al que causa el sedentarismo y superior a otro factor de riesgo vecino, el consumo elevado de alcohol. Se entiende porqué ocupamos uno de los escalones más bajos en desarrollo humano cuando uno de cada cinco paraguayos vive en la pobreza y uno de cada diez en pobreza extrema. El segundo factor que consulta el IDH es la educación. Recoge el nivel de alfabetización adulta y de estudios alcanzado en los niveles primario, secundario y superior. En este punto, según el Foro Económico Mundial, pisamos el escalón 106 entre 138 países medidos en términos generales y el 136 en cuanto a calidad de la educación primaria en sí. Reportábamos en este mismo espacio que ocho de cada diez escuelas públicas no tienen acceso a agua potable, baños decentes con drenaje de aguas negras ni recolección apropiada de basura, que seis de cada diez carecen de luz eléctrica o que la mitad no dispone de mínimo equipamiento como pizarrón, tizas o asientos apropiados para maestros y alumnos; de bibliotecas e internet, ni hablar. Finalmente, en lo relativo al Producto Interno Bruto per cápita, compartimos con Bolivia el último lugar en la tabla sudamericana en cuanto al acceso a los recursos económicos necesarios para que cada ciudadano tenga un nivel de vida decente.
Entendiendo porqué en IDH estamos tan abajo, se comprenderá también porqué en competitividad nos va como nos va. Estamos en el nivel 132 en innovación, apenas por encima de Chad o Mauritania y por debajo de Burundi y Sierra Leona.
Tomar conciencia de la realidad de nuestra ubicación como economía y sociedad siempre es duro y un golpe difícil de absorber. Pero es necesario. Las estadísticas no deben ser tomadas en su fotografía del momento sino en la tendencia que muestran. Y ahí es donde debemos dar la batalla, mejorando el desempeño en aquellos componentes en los que estamos mal y potenciando los que van en alza.
Negar, y mucho peor, ignorar estos indicadores sólo contribuye a retrasar y postergar los esfuerzos concentrados que se necesitan para acercar a millones de paraguayos a una mejor calidad de vida.
