Hace unas semanas bajé del ascensor del edificio en donde teníamos la redacción del diario en el microcentro; de pronto se me acercó una señora -con supuesta receta médica en mano- a pedir ayuda; caminé unas cuadras, sobre calle Palma y al salir de un local de hamburguesas una comitiva de niños pidiendo algo que comer; seguí caminando dos cuadras más para hacer compras en un minisúper que abre sus puertas las 24 horas sobre Estrella, ahí más pedidos, está vez de ‘‘los muchachos’’, quienes siempre están pendientes de las personas que salen del local para pechear algo. Como cereza de la torta, al llegar a las puertas del edificio en el que vivo, adivinen…
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Economía no puede cerrar círculo virtuoso si no mejoran ingresos de la población