Clavó un ace, la rúbrica ideal, y la pista central estalló. Asistió el público londinense a un momento único, histórico, porque Roger Federer acababa de vencer al croata Marin Cilic (6-3, 6-1 y 6-4, en 1 hora 41 minutos) y conseguir así su octavo trofeo de Wimbledon.