En este espacio editorial sostenemos que el destino de un Estado pobre que gasta como rico dilapidando recursos de mil maneras diferentes es tornarse inviable a corto plazo. El Estado paraguayo es pródigo en ejemplos de esta naturaleza. Una de esas áreas perforadas por la ineficiencia, el latrocinio y el dispendio es el programa de alimentación escolar. Y el que ejecuta –o intenta ejecutar- la gobernación del Departamento Central marcha a la cabeza como gestión de dudosa transparencia.