A mediados del año pasado invitábamos en nuestro espacio editorial a reflexionar sobre la fantástica cantidad de información personal que vertimos a diario en las redes sociales: nombre, apellido, sexo, edad, dónde vivimos, dónde trabajamos, nivel de estudios y experiencia laboral. También hablamos del deporte que nos gusta, club favorito, comida preferida, si vestimos formal o deportivo, qué hacemos los fines de semana. Es seguro que, en las últimas semanas, mucha gente comienza a preguntarse si esta conducta es prudente o si estaremos confiando demasiado de nuestra vida personal a Facebook, Twitter o Instagram.