Esta semana, vimos como en nuestra distopia política subtropical, revivimos a dos de estos seres asustadores. Por un lado, la plenaria del movimiento Honor Colorado “salvó” lo que podría haber sido un soporífero Lunes cercano a fin de año con un horror show por el que pasaron diferentes freaks de circo dando discursos que pasaban de menciones a Dios a la probabilidad de muertes en el Este del país.

El acto principal, obviamente, fue la reaparición de Horacio Cartes, el personaje antagonista funcional al gobierno que le recuerda a varios que, a pesar de los errores de la actual administración, todo pudo haber sido aún peor.

Unos días después, y en una decisión sobre la que continúo pensando pero sin encontrarle alguna explicación inteligente, el Ministerio del Interior difunde imágenes de una ejecución del EPP.

Sólo me queda pensar bien y asumir que la intención fue galvanizar el apoyo social a las fuerzas de seguridad en su lucha ante el grupo insurgente, pero la mención a que “no vengan los derechos humanos a criticar nada después”, es preocupante, porque si bien apoyamos firmemente la idea de que el Estado recupere control pleno de esa zona del país, esperamos que se haga dentro de la ley.

Al abandono histórico de grandes áreas del país, se lo combate con más inversiones y desarrollo, no solo con balas. La salida es más República, no una versión cabotaje de Rambo.

Somos aún bastante primarios en nuestra cosmovisión y tendemos a analizar la política o la realidad en términos de fuerzas enfrentadas en las que hay poco espacio para los grises: Olimpia o Cerro, Colorado o Liberal, Facho o Zurdo.

Es por ello que, en Paraguay, toda fuerza que se precie necesita crear un enemigo al cual oponerse y que pueda justificar su existencia, a la vez que la alternativa es presentada como aterradora. En otras palabras, a Marito le sirve un HC porque, me parece, incluso mucha gente que no votó ni votaría por Abdo Benítez, ante la disyuntiva poco agradable, terminaría apoyándolo a él.

Lo mismo puede decirse del EPP que, de vez en cuando, aparece o es instalado como tema que “opaca” otros hechos de la realidad que el poder quiere sacar del ciclo de noticias.

Genera angustia ser conscientes de que, muchas veces, somos espectadores de una gran obra de teatro en donde seres ocultos y sin rostro van moviendo los hilos de la realidad como titiriteros. Lo triste, es que los títeres somos normalmente nosotros.

El miedo es hoy el activo de mayor rendimiento en política, a nivel global. En Paraguay se vienen cinco largos años en donde veremos aparecer varios cucos más. La clave es cuál terminará asustándonos menos.