La reiterada exposición de los excesos perpetrados en el Congreso en gastos de viajes cuya utilidad está más que cuestionada no parece moverle un pelo a los honorables. Aunque resulte zumbón nuestro repiqueteo sobre el tema, no podemos sino insistir en que el derroche de recursos públicos es inaceptable habiendo tantas prioridades que atender. Gastar casi 1.200 millones para asistir a eventos cuyas conclusiones podrían encontrarse en internet sin demasiado esfuerzo, luce como un total despropósito. Hay lujos que no deberíamos darnos porque el paraguayo es un Estado pobre, que recauda mal y gasta peor. El propio Poder Legislativo desborda de funcionarios que, como ha quedado probado, no entrarían todos juntos y al mismo tiempo en sus instalaciones, lo que en la práctica no ocurre porque, por si fuera poco, sus planillas salariales están llenas de becados que jamás acuden ni siquiera a cobrar su malhabida asignación.