Dice no ser política, pero logró que el Senado adopte una posición previa “pro vida”. Dice no profesar religión alguna pero argumenta haber tenido “un encuentro personal con el que da la vida” (sic). Y como si fuera poco, se aventura a tientas en los tortuosos laberintos del determinismo religioso al abogar por el “diseño original” de la familia.