Hay un oficio que se ha convertido en una verdadera carrera: el testaferro. Según la RAE, un testaferro es una “persona que presta su nombre en un contrato, pretensión o negocio que en realidad es de otra persona”. En términos prácticos, el testaferro asume todos los riesgos emanados de una operación fraudulenta que, de ser desbaratada, podría tener severas consecuencias legales para el prestanombres. Así, el verdadero destinatario de los beneficios queda a resguardo mientras el testaferro arriesga ir a la cárcel a cambio de un pellizco al botín.