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Producir, depredar, mentir…

 
 
 

En los últimos días, estamos viendo cómo en algunos medios de comunicación se muestra el río Tebicuary prácticamente seco, con tramos de su lecho exponiendo grandes bancos de arena y apenas unos hilos de agua estancada bordeándolos. La escena es patética y se la está viendo repetidamente en fotografías de algunos diarios y noticieros de televisión.

En base a esta escena apocalíptica comienzan a alzarse discursos de condena y búsqueda de culpables. Las sospechas fueron dirigidas de inmediato a los productores de arroz del área de influencia del río a quienes se atribuye la sobreexplotación de su cauce y la responsabilidad por su decadencia como curso de agua. 

El tema no tardó en recalar en la Cámara de Senadores que en su última sesión ordinaria decidió declarar emergencia ambiental por el término de 60 días. Una comunicación oficial del organismo parlamentario refiere que una inspección del lugar permitió constatar el corte del cauce debido, además de la bajante estacional, “a la extracción del agua -mediante potentes motobombas- para regar cultivos de arroz que carecerían de la debida autorización legal”.

Lo curioso de todo esto es que tal corte no se ha producido. Si los senadores Cano Yegros y Wagner que visitaron el lugar hubieran caminado unos metros más allá del gran banco de arena tan publicitado, habrían encontrado el nuevo cauce del río Tebicuary que, cortando un meandro en forma recta, enlaza de nuevo con el cauce aguas abajo para seguir discurriendo como siempre, en bajante drástica, pero con un caudal todavía apreciable.

Ligerezas como estas devalúan la denuncia, ponen en ridículo a políticos apresurados –o con intenciones aviesas- y generan un estado de incertidumbre en un sector productivo que, como el arrocero, ha demostrado una dinámica de crecimiento notable. Según el censo agropecuario del 2008, realizado por el MAG, el arroz con riego ha triplicado en una década el área cultivada y quintuplicado su rendimiento en cosecha. 

Antes de patear el tablero y generar un desestímulo letal en un rubro tan dinámico, los profesionales de la desastrología y los ambientalistas diletantes harían bien en hacerse a un lado y dejar el monitoreo ambiental y de recursos naturales a expertos autorizados en la materia. De un buen diagnóstico saldrán las medidas: penalización severa a quienes violan las leyes ambientales y vía libre para trabajar a quienes las acatan y honran con un trabajo que engrandece al país.

Charlatanes, abstenerse. 



 

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