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El periodismo; el contrapoder

 
 
 

Benjamín Fernandez B
*Periodista

Si se entiende el concepto de “polis”, como el concepto de la búsqueda del bienestar de la sociedad en su conjunto, el periodismo no está exceptuado, desde su nacimiento está profundamente conectado con hechos políticos, expuso Fernández Bogado, quien entre sus experiencias está el haber sido rector de la Universidad Americana de Paraguay. Agregó que el debate posterior se ha centrado en discutir la dosis del servicio de un comunicador y qué debe hacer para que el ciudadano tome decisiones correctas, “o sea lo que buscamos hoy son comunicadores que sean capaces de darnos a entender qué son las cosas que realmente se dan en el ámbito político y puedan impactar en sus vidas y cuando tengan la posibilidad de escoger un candidato lo hagan sabiendo quién es ese candidato, qué se encuentra detrás, qué propuestas pueden ser llevadas adelante y qué no, qué es mentira y qué es verdad. O sea, requiere una labor política en el sentido de afirmar que detrás de una acción de este tipo existe un compromiso para que el ciudadano sepa más”.

En vista a esa responsabilidad del periodismo expresó sentir preocupación de que en ocasiones el periodismo se haya rodeado del concepto del cuarto poder y que haya disfrutado de “una especie de concubinato” con el poder político con el cual ha sido a veces servil y a veces funcional. “Creo que generalmente el periodismo debe ser el contrapoder, no debe ser el poder y debe dar poder al ciudadano que escucha, que lee, que ve un programa de televisión y ése es el que finalmente va a decidir qué tipo de modelo político, qué tipo de gobierno ambiciona. No habría que confundir nuestros roles, somos sí un hecho socialmente político, estamos interesados en el beneficio y desarrollo de nuestra comunidad, entendemos que el verdadero poder es el ciudadano y que nosotros debemos ser siempre el contrapoder”.

Al reconocer que en alguna medida ese desempeño depende del grado “democrático” que tenga una sociedad, el periodista, quien tuvo la experiencia de ser encerrado por una semana ( en el 1986) durante el gobierno del dictador Alfredo Stoessner, tras lo cual se le prohibió hablar o escribir en algún medio, expresó: “A veces la sociedad espera de nosotros –los periodistas– una función heroica, casi mártir, todos los días y los periodistas como seres humanos en el fondo somos el reflejo de la sociedad en la que vivimos. Creo que la lengua del periodista dice mucho en el sentido de lo que leo, lo que escribo, lo que escucho, lo que pregunto, nos deja ver mucho de la sociedad, o sea, no somos gente que ha venido de otro planeta, sino somos gente que vive en esta sociedad y deja ver sus debilidades”.

Aludió a que tanto la falta de educación del periodista, del público y la gran cantidad de información que circula hoy en día, en ocasiones no permite que se entienda con más claridad cuál es el rol del periodismo y cuál es el rol del periodista, “creemos que alguien que tuitea ya es periodista, alguien que bloguea es un periodista. Vivimos en una crisis de identidad que creo que ése es uno de nuestros grandes desafíos”.

En esa misma orientación acotó a que hay un cierto sector de la sociedad que confunde el rol del periodista y el periodismo con los contenidos frívolos, faranduleros y las notas que apelan al sensacionalismo, que pretenden pasar como periodismo pero no lo son. El mero entretenimiento, censuró, puede ser una forma de periodismo, una forma de travestismo pero no es periodismo, por lo que abogó a que cada vez hay que procurar hacer mejor periodismo que la comunidad reconozca que lo necesita.

Pero no todo recae en el periodista Fernández Bogado, también fijó responsabilidad a los dueños de los medios. “La Prensa debe entender que hacer buen periodismo es el mejor negocio del mundo. Entiendo también que para ser un buen periodista se necesita un buen propietario de medio. Si uno tiene un patán al frente de una empresa que se hace llamar periódico, o radio o televisión producirá patanes en cantidades con programas malos”.

Abogó porque hay que hacerle entender a los dueños de los medios que el hacer un buen periodismo es un gran negocio, como ser ético es un gran negocio. “La credibilidad es lo único que nos permite que nos sigan comprando, leyendo porque creo en ti. En ese sentido creo que un periodismo banal concebido desde lo administrativo como un negocio igual a cualquier otra empresa es una gran equivocación.

El periodismo es un producto especializado, para un fin determinado, para producir una mejor ciudadanía y consiguientemente para hacer un buen negocio como consecuencia de todo eso”. Sobre las nuevas tecnologías abordó que con la red ya los periodistas no somos los únicos que interpretamos la realidad, en la actualidad hay muchos intermediarios que interpretan la realidad, no como periodistas pero sí como comunicadores.

“Lo que significa que estamos construyendo a partir no ya de formas verticales, sino horizontales ése es para mí uno de los temas sobre las cuales hay que reflexionar. Mirarnos al espejo y decir, ya no estamos solos tenemos compañías hay varios aquí trabajando buscando nuevos nichos de comunicación”.

El deslumbramiento con la tecnología, dijo, no es sólo en el periodismo, también ocurre en la economía, en el mundo de la política, en todos los campos parece cuestionarse las maneras tradicionales de hacer, pero aun así se mostró confiado en que el periodismo en papel va a perdurar pero habrá que ser más creativos y más necesarios para la gente.

DERECHO A LA INFORMACIÓN

El graduado de Derecho y profesor de Ciencias Sociales admitió de entrada que antes creía profundamente de que redactando leyes era suficiente. “Ahora tengo un profundo escepticismo sobre la cuestión legal no porque no crea en la justicia, creo profundamente. Lo que descreo un tanto es que el derecho pueda respondernos a todas las preguntas sobre la justicia sobre la injusticia”.

Aunque resaltó que es importante una garantía de carácter constitucional, reparó en que es más importante que la institucionalidad democrática entienda el valor de la libre expresión. “Si no tuviéramos la libre expresión tendríamos que crearla porque si no, no tenemos la posibilidad de disentir, criticar, plantear las cosas diferentes. Probablemente la única forma de dirimir conflictos sería a puñetazos y balas. Creo que la libertad de expresión es una forma de domesticación de la violencia y es una forma de reivindicación del carácter humano de cada uno de nosotros, creo que la forma de garantía de la constitución de la libertad de expresión debe ser una construcción colectiva, todos debemos estar convencidos de que eso nos conviene y que es importante mantenerla”.

Todavía reconoció que a América Latina le falta mucho por madurar en este concepto, enfrentar las situaciones de desigualdad que viven todos nuestros países y la falta de educación. Sobre la educación, en particular, enjuició en cómo esperar resultados distintos cuando invertimos muy poco en la educación.

“Eso también conspira contra los medios, un pueblo mejor educado exige, demanda una mejor prensa, puede decir, no esto es basura, no lo quiero. La educación conviene a lo político a lo social, a lo económico y también conviene a lo periodístico. Yo diría que en este momento en América Latina la educación es la base de la estructura social es finalmente lo que construye identidad, lo que construye saberes, los valores por los que hay que transitar y nos permite entender el destino que estamos construyendo, nuestra realidad, todo eso es lo que América Latina tiene un rezago muy grande desde Argentina hasta Puerto Rico”.

*Publicado en el periódico Claridad, de Puerto Rico.




 

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