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La cultura de Mitt Romney

 
 
 

Farid Kahhat
*Analista

Durante su viaje de campaña por Israel, el candidato republicano Mitt Romney comparó los niveles de ingreso de israelíes y palestinos, y sin mayor explicación sentenció: “La cultura hace toda la diferencia”. Bueno, después añadió otra posible explicación: “la mano de la providencia”. Luego (como es habitual en él), pareció retractarse, para finalmente volver sobre sus pasos: “¿Qué explica la prosperidad si no es la cultura?”.

Dado que carezco del don de la clarividencia para discernir el lugar en el que la providencia divina decide posar su mano, me limitaré a comentar el papel de la cultura. Antes mencionemos de paso que las cifras de Romney estaban equivocadas, y que para hacer ese tipo de comparaciones (también contrastó los casos de Estados Unidos y México, de un lado, y de Chile y Ecuador, de otro), no necesitaba salir de su país: los judíos de los Estados Unidos tienen un ingreso medio mayor que sus compatriotas mormones (religión a la que pertenece Romney), ¿habría que concluir por ende que esas diferencias se explican también por la cultura?

CAPITALISMO Y CULTURA

Por suerte para Romney, la respuesta parece ser “No”. Ni el propio Weber creía que hubiese una relación causal entre capitalismo (la fuente de la prosperidad, en el discurso de Romney) y cultura. Sea que la tomara de la química o del título de una novela de Goethe, la frase que empleó Weber para referirse a esa relación fue “afinidad electiva”, la cual revestía matices que, según parece, escapan a la capacidad de comprensión de Romney. Es cierto sin embargo que, debido a su cultura, Weber era pesimista sobre las posibilidades de desarrollo capitalista en China y Japón. Así que el hecho de que sean, respectivamente, la segunda y tercera economías del mundo (además de ser en lo esencial economías capitalistas), debería llevar a una de dos conclusiones: o bien el capitalismo y la prosperidad no se explican con base en la cultura, o bien la cultura es más permeable al cambio de lo que el discurso de Romney parece asumir. Los partidarios del capitalismo competitivo, desde Adam Smith hasta el presente, sugieren que la conclusión acertada es la primera: en “La Riqueza de las Naciones” Smith no argumenta que la “mano invisible” del mercado sea patrimonio de alguna cultura en particular. Y en “Teoría de los Sentimientos Morales” considera que los conceptos centrales de esa obra (como la capacidad de sentir “simpatía” hacia el prójimo), son atributos de la naturaleza humana, y no rasgos exclusivos de una determinada cultura.

EL ERROR

Pero el mayor error de Romney consiste en suponer que israelíes y palestinos desarrollan sus vidas bajo circunstancias comparables: al parecer, el hecho de que tanto el Consejo de Seguridad de la ONU como la Corte Internacional de Justicia se refieran al suelo palestino como “territorios ocupados” y a Israel como “potencia ocupante” no le provee indicio alguno de que tal vez se trate de una suposición equivocada. Más aún, su discurso fue pronunciado en Jerusalén, a poca distancia de un muro de cientos de kilómetros de longitud construido por Israel dentro de territorios ocupados, y que en opinión de la Corte Internacional de Justicia no sólo “es contrario al derecho internacional”, sino que esta además exige a Israel compensar “a todas las personas naturales o jurídicas que han sufrido cualquier forma de daño material como consecuencia de la construcción
del muro”.

DERECHOS

El problema no solo es que los palestinos carezcan de derechos de propiedad, dado que sus tierras pueden ser confiscadas contraviniendo las Convenciones de Ginebra. Es además que todo aquello que construyan sobre esas tierras puede ser demolido a discreción. Según el proyecto “Demolition Watch” del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), “La práctica israelí de demoler casas, infraestructura básica y fuentes de subsistencia sigue devastando a las familias y comunidades palestinas de Jerusalén Este y del 60% de Cisjordania controlado por Israel”. El informe añade que, según la política de zonificación israelí, los palestinos solo pueden construir en el 13% de Jerusalén Oeste y el 1% de la parte de Cisjordania bajo su control, y que “Más del 94% del total de solicitudes palestinas para obtener permisos (de construcción) han sido rechazadas en años recientes”.

Por ello “Naciones Unidas estima que entre el 28 y el 46% de las viviendas palestinas podrían estar bajo riesgo de demolición”. Suponiendo que la cultura tenga algún papel en todo esto, podría ser porque dota a los palestinos de la fortaleza necesaria para sobreponerse a la adversidad. Así, según un informe de 2011 del Banco Mundial (V., “Coping with conflict? Poverty and inclusión in the West Bank and Gaza”), “Pese a las severas restricciones israelíes, Cisjordania y Gaza tienen un desempeño superior al de países con un ingreso per cápita similar (…), y de hecho está a la par con el de países mucho más ricos como Turquía y Jordania”.

Toda la información anterior está disponible en internet, y la última cita aparece en la primera página del informe del Banco Mundial. Lo cual sugiere que Romney no leyó siquiera una línea antes de pontificar sobre cultura y providencia.

*Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin.




 

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