Más allá de taponar agujeros convocando suplentes, es evidente que a MAB se le está desarmando su equipo, partiendo del supuesto de que lo tenga. El episodio de Itaipú expone brutalmente una realidad: que el Gobierno no sólo carece de algo que se aproxime siquiera a una política energética sino que su Cancillería ha estado al garete y en manos de diletantes para la diplomacia aunque bien provista de asesores en negocios turbios.