Entre los antiguos griegos y romanos, el síndico era aquella persona elegida, generalmente un abogado, para cuidar determinados intereses. El auditor, por otra parte, se dedicaba a la revisión y verificación de las cuentas presentadas ante una sociedad. Ambos tenían, y siguen teniendo, un papel extremadamente importante porque ponen a los protagonistas de un acto societario frente a frente con la verdad. Al menos, así debería funcionar en teoría el sistema, sobre todo cuando en él se manejan recursos en forma de inversiones, depósitos de ahorro, pólizas de seguro, bonos, títulos de deuda, acciones societarias, activos comerciales, etc.
Pero sabemos que en el Paraguay, no son pocos los que buscan “acomodar” resultados cuando las cifras no cierran y hay que ofrecer, puertas afuera, un informe que tranquilice a todos. Y entre esos “todos” se cuentan inversionistas, ahorristas, entidades reguladoras, auditores, etc. que deben recibir informes que les permitan evaluar variables básicas tales como una estimación de los activos, de los pasivos y del patrimonio neto de la sociedad. En el caso de sociedades emisoras de acciones, las cotizantes deben presentar sus estados contables básicos en una reseña informativa trimestral que refleje la situación patrimonial y de resultados en forma clara y resumida.