Quienes han emprendido la “cruzada” del gobierno corporativo bien han entendido lo que está en juego: crear un mundo mejor, economías más consistentes, empresas más profesionales. Al reducir el riesgo al que se exponen los actores económicos, se minimizan las consecuencias negativas de los errores humanos que suelen derivar en graves injusticias, de difícil o imposible reparación.