Sería arriesgado decir que el triunfo del Partido Colorado en las elecciones de ayer significa el continuismo. Pero lo cierto es que hay más elementos objetivos que lo afirman por sobre los que podrían desmentirlo. Es posible que Mario Abdo Benítez instale en el Palacio de López un cierto aire fresco en la gestión. Pero por prudencia, no deberíamos ir más allá en las suposiciones. Marito llega al Gobierno con una mochila muy pesada, la que le impuso la “unidad partidaria” por sobre los razonables afanes de limpieza y renovación que le ha estado exigiendo el sector joven de su propio partido. El nuevo presidente debió ceder al imperativo del momento que era “primero ganar y luego ver”. Tirar por la borda, en plena navegación electoral, nombres y trayectorias con un alto grado de rechazo popular era un escenario inaceptable por el primer anillo de campaña, el que lo obligó a tomar decisiones duras y a tragar sapos.