Nunca mejor dicho. “Debate sin ideas” titulábamos el lunes. A los dos candidatos en pugna por el mayor cargo electivo de la República no se les cayó una ni por descuido. Ambos repiten un programa que podría fundirse en uno sin que sobrara ni faltara un solo ítem. Nada fuera de libreto. Memorizaron con esmero la cartilla dictada por sus “advisers” del marketing. Fue como un vuelo en parapente sobre una playa tropical, todo idílico. Se entiende. Hay una máxima que rige para una elección clave: no tires pálidas, sobre todo cuando se va a la caza de votos cautivos, los de 280.000 funcionarios públicos, suculento botín electoral del cual ambos quieren servirse a voluntad.