Era un hombre simple, que sólo entendía de cosas simples. El amanecer, el maíz madurando, la vaca pariendo, la vida, la muerte. Un día su hijito cayó enfermo. Volaba de fiebre. Le dieron un termómetro y le dijeron: “Con esto sabrás qué temperatura tiene. Si pasa de 40 grados, podría morir”. Se lo puso una, dos, tres veces… y la fiebre no bajaba. Entonces, el hombre simple hizo lo único que pudo: rompió el termómetro. Es imaginable el destino de aquel niño desdichado.