En los meses posteriores a la elección de Donald Trump, las líneas de cruceros temieron que el nuevo presidente mataría su incipiente negocio a Cuba.
Barack Obama había aliviado las restricciones de viaje al país comunista y Trump ahora prometía revertir la medida, algo que pondría en peligro una prometedora oportunidad de crecimiento para la industria.
Pero luego sucedió algo gracioso: cuando la administración impuso nuevas normas al turismo en Cuba en noviembre, lo hizo de una manera que realmente ayudó a las líneas de cruceros. Los cambios limitaron los viajes a grupos aprobados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, una designación que las líneas de cruceros ya habían recibido.