De diagnósticos estamos hasta el tope. No hay razones para dudar de las estadísticas difundidas por el semanario inglés The Economist respecto a la vulnerabilidad de la población paraguaya en cuanto a acceso a una nutrición saludable y suficiente. Hasta es posible que se haya quedado corto en sus cálculos. El estudio se suma a muchos otros, internos y externos, que nos colocan como sociedad en un nivel deficiente en cuanto a seguridad alimentaria. Pero más allá de esta observación más que obvia, sigue faltando algo importante: qué estamos haciendo para revertir el proceso. La respuesta también es obvia: nada. Repetimos: nada. El propio Estado nos da instrumentos para medir la gigantesca brecha existente entre producción, exportación e importación de comida.