Dentro de su doctrina moral sobre los impuestos, Santo Tomás de Aquino, uno de los grandes teólogos y filósofos del catolicismo, sostiene que un tributo es lícito cuando apunta al bien común y que por lo tanto, sólo debe concederse si los representantes de la sociedad lo consideran justificado por los beneficios que reporta la actividad o empresa pública a financiarse con él.