En el imaginario popular, y también en la experiencia diaria del usuario, quien compra productos “Made in China” lo hace suponiendo que son baratos pero de baja calidad, digamos, para salir del paso hasta poder aspirar a algo mejor. Pero este paradigma está cambiando impulsado por una economía no solo cada vez más grande y evolucionada. Consciente de su pecado original, la industria china reformuló su identidad con un nuevo sello: Made in PRC (People’s Republic of China) que ostentan todos los productos de media o alta tecnología que invaden los mercados mundiales.