Al Gobierno hay que mandarlo a la escuela, sentarlo en el banco y enseñarle de cero el verbo “ahorrar”. Hasta ahora, por vicios acumulados durante años de mala crianza, nuestros gobernantes solo saben conjugar el verbo “gastar”, que lo tienen aprendido y aplicado con diligencia digna de mejor causa. Y ya se sabe: “Árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza”. Un consejo que nuestros abuelos solían darnos con mucha frecuencia, aquello de “no gastes lo que no tienes”, parece no haber hecho mella en generaciones enteras de burócratas instaladas en las oficinas gubernamentales y a quienes importa un bledo de donde viene la plata que gastan. Ya saben que si se “sueltan”, basta con pedir una “ampliación presupuestaria” y la plata aparece como por encanto.