Los paraguayos padecemos una adicción recurrente a la imprevisión y una sumisión enfermiza a los intereses de los poderosos. Ambas variables quedaron al desnudo en la Cámara de Diputados cuando, en el tratamiento de la ley de reforma impositiva, el negocio del tabaco se impuso brutalmente a las pocas voces que se animaron a enfrentarlo. La iniciativa de elevar a un 30% el impuesto a los cigarrillos fue aplastada por una dócil tropa de apretadores de botones acaudillada por comandantes políticos. Mientras Chile, Argentina y Brasil cargan los cigarrillos con impuestos que van del 65 al 81%, en el Paraguay no hemos podido superar el 27% por imperio de un Congreso dominado por un auténtico zar del tabaco.