Un informe de las Naciones Unidas, firmado por un centenar de científicos, culpa –entre otros- a la ganadería de carne como responsable del cambio climático ya que (sic) “el ganado criado en pastizales de bosques despejados es particularmente intensivo en emisiones de CO2… Las vacas también producen una gran cantidad de metano, un potente gas de efecto invernadero…”. En consecuencia, los expertos aconsejan a la humanidad alimentarse menos de carne y más de vegetales para reducir el dióxido de carbono.
Es curioso como este argumento sale a la luz en forma recurrente a impulsos de algunas organizaciones ambientalistas extremas. Un científico que vive, trabaja e investiga desde hace décadas en el Paraguay sostiene –en los principales foros científicos mundialesque el CO2 no sólo no es perjudicial sino que, por el contrario, es un componente esencial para la vida, que sin él sería imposible.
Respecto a su incremento en la atmósfera, Glatzle, agrobiólogo, doctor en ciencias agrícolas y catedrático de la Universidad de Hohenheim, sostiene: “…El suave aumento del CO2 de 0,03 a 0,04% desde el inicio de la industrialización ha sido comprobada y netamente beneficioso para la naturaleza, la agricultura y la seguridad alimentaria”.
En su trabajo científico “El ganado doméstico y su presunto papel en el cambio climático” (www.intechopen.com), el científico despliega una amplia argumentación al respecto. Y, finalmente, la semana pasada se realizó en Filadelfia un simposio sobre siembra directa con participación de expertos paraguayos y brasileños en el cual se demostró la sustentabilidad de los sistemas integrados de siembra directa, ganadería y silvicultura, un ejemplo claro del cual puede visitarse en el departamento de San Pedro.