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Casi sin darnos cuenta y mientras el Gobierno se incendiaba en medio de ataques narcos y fulminantes cambios de gabinete, el Congreso sancionó la denominada “reforma tributaria” que, bajo el ropaje de algunas adecuaciones técnicas en la estructura impositiva, esconde su urgente necesidad de una mayor recaudación para arcas permanentemente exangües.
Hubo algunas explicaciones muy racionales sobre cierta modernización de los esquemas tributarios, que han sufrido sucesivas adaptaciones a lo largo de los años con retoques que lo han ido complejizando en lugar de darle mayor sencillez y eficiencia. Pero en realidad, esa es la pantalla tras la cual yace el móvil real de esta movida.