Aunque no siempre lo reconozcamos, muchas personas evitamos los momentos de silencio, huimos despavoridos de lo que la calma puede traer consigo y sin darnos cuenta cargamos nuestras agendas con reuniones y actividades que ocupan la totalidad de nuestro día. La ausencia de sonido puede llegar a ser inquietante y nos sentimos obligados a encender la radio en el auto para pasar los interminables minutos en el tráfico o a prender el televisor al llegar a casa incapaces de superar el miedo a estar solos, en contacto con nuestra voz interior. Pero, ¿qué pasaría si nos animáramos a enfrentar el temor que trae consigo el silencio y nos dedicáramos a buscarlo intencionalmente?