Un profesor de la famosa universidad de Harvard había mencionado, en una conferencia que él había dictado, de que un café que en los Estados Unidos se vendía a 3 dólares, solamente el 3% regresaba al cultivador de Colombia, Vietnam, Brasil, Costa Rica o de cualquier país donde se produjera el grano y se exportara al mundo. Por ende, el 97% restante iba a los bolsillos de las empresas que eran las responsables de la genética de las nuevas semillas de café, de la gente encargada del procesamiento, de los distribuidores, de la gente encargada del marketing de una marca, de la publicidad y de la tienda o el negocio que comercializaba el café caliente y humeante.
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El café de Andrés
La tendencia, comenta Oppenheimer, se ha acelerado aún más en los países que han agregado valor al café, produciendo cafés con sabores exclusivos, cafés medicinales, galletas de café, licores de café, máquinas para hacer café en cartuchos o abriendo cadenas de distribución y ventas en el exterior