La contra ola del COVID19 es una realidad. La dirección de vigilancia de la salud lo viene advirtiendo hace ya tiempo. No es poca cosa saltar de 20 a 500 casos y de dos o tres a 100 internados por día, 15 promedio en terapia intensiva. Las causas están a la vista en datos objetivos como que el 40% de la población no se ha aplicado ni siquiera una dosis de la vacuna y aún así obra con absoluta irresponsabilidad al andar sin barbijo, amontonándose en reuniones masivas y evitando las más elementales prácticas higiénicas que permitieron mantener a raya el virus hasta la aparición de los primeros sueros inmunizantes.
Las estadísticas de Salud Pública indican que la abrumadora mayoría de las personas que fallecen a causa del virus no estaban vacunadas. Ante esta realidad, se imponen actitudes sociales más severas para con los remisos a inmunizarse. No pocos se niegan a hacerlo por ignorancia, otros por estupidez sin olvidar a los indiferentes para quienes todo da igual, como si fueran inmortales. Estas actitudes merecen una atenta vigilancia, en especial por parte de quienes tienen la responsabilidad de manejar colectivos de diversa índole, desde empresas hasta clubes sociales.