Es harto difícil establecer un orden de prioridades en lo relativo al déficit de inversión por sectores del que dábamos cuenta en nuestra edición de ayer. Cada área, tomada aisladamente, encierra una prioridad que no admite más postergaciones de las que ya ha padecido. Dos de ellas se enlazan y juntas arrojan un vacío de inversión de enorme volumen. Nos referimos a agua potable y saneamiento ambiental. Si el año próximo se lanzara un programa de ocho años para cerrar la brecha y alcanzar en 2030 los estándares regionales de cobertura, se necesitaría invertir más de US$ 4.000 millones, según cálculos realizados por el Banco Interamericano de Desarrollo. Eso significaría movilizar por año unos US$ 500 millones en obras, entre construcción y ampliación de plantas potabilizadoras y redes de distribución en cuanto a agua potable así como la extensión de las redes colectoras y plantas de tratamiento de efluentes cloacales.