Se desplegó un mapa en el que se dibujaba el itinerario a recorrer desde mi domicilio hasta un consultorio médico. El precio quedó establecido considerando el tránsito, la hora y la distancia. Le dí aceptar y entonces apreció un puntito luminoso que empezó a deslizarse mientras me iba informando dónde estaba el auto y cuánto tardaría en llegar. “Tres minutos” me aseguró. Impresionante. “Así se deben hacer las cosas en la NASA” pensé.
Columnas
¡Oh, Paraguay profundo!
El otro día pedí un taxi con una de esas aplicaciones que se manejan con el celular.