Pese al aumento de subsidios y de planes sociales, la pobreza no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado en los últimos dos años. Esta observación se repite con mucha frecuencia y debería ser motivo de preocupación para la conducción política. Hubo un tiempo en que se les atribuyó a estos planes un efecto casi mágico, ya que apuntaban a romper con la transmisión inter generacional de la pobreza, como reza el mascarón de proa de estas iniciativas, el programa Tekoporá. El mismo consiste en entregas directas de dinero a familias con tres objetivos: que los hijos vayan a la escuela, que se hagan controles regulares de atención primaria de salud y que las embarazadas asistan por lo menos a cuatro controles prenatales. Los resultados de este programa -junto con infancia, agricultura familiar y adultos mayores- son meramente contables: algo más de medio millón de beneficiarios. Pero respecto al efecto buscado, no hay cifras que digan en cuanto aumentó la escolaridad, si bajó o no la mortalidad infantil y materna y si mejoraron los estándares de asistencia a consultas primarias, con reducción palpable de enfermedades. En cuanto al subsidio a pescadores en tiempos de veda, la farra está a la vista con solo revisar la planilla con 4.279 beneficiarios que en 2021 se llevaron Gs. 6.480 millones. El reparto es burdo. Hay familias enteras que cobran entre 4 y 8 millones y que van de asociación en asociación de pescadores, variando el orden de apellidos y duplicando y hasta triplicando los cobros.
Editorial
Subsidios, planes y la pobreza no cede
Cuidado con eso, estamos replicando el desastroso modelo argentino, un tobogán presupuestario del cual es casi imposible salir.