Está probado que el actual sistema de subsidio al transporte público de pasajeros no funciona. Tanto no funciona que los adjudicatarios del servicio han apelado al viejo método de la extorsión para que el Estado suelte más dinero para mantener andando una flota antediluviana en la que la gente es obligada a amontonarse en el peor momento de la pandemia. Tampoco está funcionando en los términos pactados el apoyo a la compra de nuevas unidades, algo de lo que nadie ya se acuerda y que con tarifa diferenciada debía proporcionar un servicio también diferenciado, más cómodo, con aire acondicionado y sin gente viajando parada. Historia antigua, una burla más al usuario.
Editorial
Transporte público: la ecuación del Diablo
El transporte público de gestión privada es un fracaso. ¿Y de gestión estatal? Ni pensarlo. El cambio sólo sería para peor.