Los cargos jerárquicos en las entidades binacionales como Itaipú y Yacyretá siempre han sido refugios de lujo de los que disfrutan personajes descartados de la política activa. Apoltronados en algún sillón del consejo de administración o en secretarías de campanillas, los refugiados pueden facturar entre 800 a 1.200 millones de guaraníes al año. Un buen administrador de las finanzas personales puede retirarse a pescar, hacer turismo o a vivir de algún plazo fijo al cabo de algunos años. Los cargos intermedios no son menos suculentos. Un funcionario, digamos, categoría G6 puede facturar, entre salario fijo, bonificaciones y viáticos, unos Gs. 30 millones al mes, 390 millones al año. Los demás salarios, según los niveles, parten de Gs. 6 millones el bisoño hasta los Gs. 26 millones para el veterano, con posibilidad de incrementar el ingreso con viáticos que pueden ser verdaderamente abultados. Por ejemplo, un funcionario con un sueldo de Gs. 21.500.000 recibió un viático de Gs. 87 millones para ir a “presenciar ensayos en fábrica” en vaya uno a saber dónde para costar semejante fortuna.
Pero poner un pie en Neverland tiene su costo. No lo hace cualquiera. Hay que militar con entusiasmo convincente la causa de algún cacique con poder de nombramientos binacionales. La idoneidad técnica es lo de menos, porque lo que más importa es la lealtad y la obediencia vertical.