Una sociedad adolescente se diferencia de otra en proceso de madurez por su incapacidad para generar una visión estratégica de las cosas y para ajustarse a los planes en ella contenidos. La sociedad adolescente vive apenas para el hoy, apagando incendios y repitiendo una y otra vez esquemas de ineficiencia e imprevisión. Estamos a un paso de entrar a la tercera década del siglo XXI y todavía seguimos preguntándonos qué sociedad nos conviene, qué modelo de economía nos calza mejor o cuál es el país, en suma, que todos queremos. Vamos a cumplir 207 años de vida independiente y hay cuatro millones de paraguayos que todavía no están seguros si la democracia es la mejor forma de gobierno o si acaso una “mano dura” no sería mejor para encarrilar el país.