Rápida pero casi insensiblemente, las tecnologías de la información y la comunicación van apoderándose de la vida diaria sin que estemos llevando debi¬da cuenta de este fenómeno. Los centros mundiales líderes en negocios nos van dando la clave, con Wall Street y el New York Stock Exchange (índice NYSE) a la cabeza. Hasta los años ’60 y ’70 del siglo pasado, cualquiera que quisiera invertir en la bolsa líder del mundo no habría podido prescindir de los valores del gigante del acero US Steel, la omnipresente International Telephone and Telegraph (ITT), los clásicos papeles de Ford Mo¬tor y Chrysler y los virtualmente indestructibles “blue chips” de la banca, entre ellos, JP Mor¬gan, Citigroup o Wells Fargo. Hoy, del grupo nombrado, apenas el último figura entre los “top ten” de Wall Street y han sido reemplazados por una nueva generación de empresas, la mitad de las cuales son tecnológicas: Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook, cinco de los diez papeles más apetecibles del mercado bursátil. Esta trans¬formación está produciendo, en forma paralela, un cambio de rumbo en la demanda laboral.
Hasta mediados del siglo XX, para conseguir empleo en las grandes cadenas industriales había que ser obrero calificado, mando medio con experiencia, técnico especializado o ingeniero para encajar en cada sector de producción. Los empleos de calificación administrativa se agrupaban en un pequeño sector reservado para contadores y gerentes. Era la época en que un producto industrial tipo tenía un 10% de conocimiento y un 90% de materia prima sólida y palpable. ¿Cuánta tecnología se encerraba en una chapa de acero o en un litro del combustible? Hasta los autos eran productos de una sólida mecánica tradicional, diseño manual y muy poco, casi nulo, aporte digital.
Eso ha variado drásticamente. Un dispositivo informático de estos días, un microchip por ejemplo, está compuesto por un 0,1% de sustancia conteniendo un 99.9% de conocimiento, una relación difícil de comprender porque reduce lo material a casi nada mientras la función que cumple es inmensamente vas¬ta y compleja. Naturalmente, en este ambiente tienen ya muy poco que ver los mecánicos, los torneros, los capataces de líneas de montaje y hasta los ingenie¬ros industriales. ¿Cómo encajar en este mundo impalpable? En esa pregunta radica la clave de la actual transformación del mercado de trabajo. Empresas tecnológicas como Facebook o Google van a la pesca de licenciados en derecho, dirección de empresas, ciencias políticas, sociología o filología reportaba el diario económico Expansión, que deja una advertencia en boca de Damon Horowitz, ejecutivo senior de Google: “Cuanto más sueñan los programadores con cambiar el mundo, más necesitan completar sus empresas con alquimistas sociales que pueden conectar con los usuarios y hacer del progreso algo apetecible”.
Es el cambio que ya se instala en el nuevo mundo del trabajo.