En el papel, el senador Álvaro Dias encarna gran parte de lo que los brasileños dicen que quieren en un candidato presidencial para las elecciones de octubre: un líder con experiencia y principios que tenga un historial ejemplar y esté decidido a limpiar la política corrupta del país. El exgobernador de 73 años, quien comenzó su carrera política en la década de los sesenta, se ha negado a aceptar las gratificaciones y pensiones que ha acumulado durante décadas de servicio público y renunciará a los beneficios que dice ascienden a alrededor de un millón de reales (US$300.000) al año. Y, sin embargo, Dias suena, bueno, un poco como político.