HÉCTOR PALAZÓN RUIZ ABOGADO hector@mbpabogados.com
Es imposible prever todo. Sin embargo, durante el frenesí de una nueva empresa o negocio debe contrastar tanto la posibilidad como la probabilidad de incumplimiento, y lo más importante, identificar nuestra posición negociadora en un escenario desfavorable.
Un contrato puede vislumbrar las consecuencias más draconianas para un incumplimiento, e igualmente no ser perfecto. Las relaciones son dinámicas y las necesidades o expectativas cambian, el equilibrio inicial puede ser distinto en un futuro; o bien, las soluciones clásicas previstas en el sistema legal demoran mucho tiempo (demanda de daños y perjuicios, cláusula penal, etc.) y solo producen efectos a posteriori… mientras la bola de nieve sigue creciendo.
Vayamos a dos ejemplos: En un ensayo sobre las deudas privadas y el gobierno corporativo, Douglas Baird y Robert Rasmunssen exponen los riesgos que enfrentan los acreedores ante la falta de pago (idénticos en todas partes del mundo). El problema se presenta en sumas grandes, pues cuando prestas un millón de dólares el Banco (o acreedor) es tu Dueño; cuando prestas 10 millones de dólares eres dueño del Banco (o del acreedor). Dependiendo del tamaño de las economías las cifras pueden variar, el concepto es el mismo: ¿necesita el acreedor una fábrica y maquinarias paradas que van devaluándose a ritmo acelerado? Luego de años de litigio, ganará la demanda y rematará los bienes (o se los adjudicará), pero ¿a qué precio?