Sin embargo, de acuerdo con los epidemiólogos, estamos iniciando un proceso de pandemias recurrentes. Eso equivale a decir que el coronavirus representa, metafóricamente, a una nueva era del hielo. Las primeras reacciones de los gobiernos alrededor del mundo fueron similares. Las hipótesis sobre el futuro fueron erradas. Las ciencias médicas y las ciencias sociales fracasaron estrepitosamente. Medidas fiscales, financieras y monetarias, fueron tomadas, como una especie de puente “para pasar el momento”. En el Paraguay se emitió deuda internacional por 1.600 millones de dólares bajo la creencia ingenua de que todo iba a volver a la “normalidad” en menos de noventa días. Como prueba de ello tenemos al funcionariado público, en su mayor parte sin ajustes importantes en los gastos y salarios – con excepción de obras públicas, salud y policía - que se puso el pijama para asistir a una maratón de Netflix. Es importante recordar que lo que recauda el sector público representa, apenas, al 10% del PIB. Mientras que el sector privado, que genera el 90 % de la riqueza, se quedaba sin producción y sin ventas, con sus pasivos financieros y laborales, la recesión comenzó como política de estado en forma deliberada. Las medidas sanitarias implantaron la supresión de horas de consumo y de producción iniciándose las cuarentenas inteligentes con arranques y frenos intermitentes en la actividad económica. Los contagios y decesos eran tan escasos que el Paraguay se creyó uno de los campeones mundiales en gestión de la pandemia. Hoy ya estamos cerca de 100 muertes diarias y la cantidad total de vidas perdidas estaría por encima de las 12 mil para fines del primer semestre.