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La República vapuleada

 
 
 

La deducción de la calificadora de riesgos Fitch Ratings es clara y no deja ningún lugar a dudas. Su reporte dice: “Los resultados del prolongado ciclo electoral de América Latina durante el próximo año y medio podrían variar la calificación (en cada país) con la consolidación fiscal como un desafío clave ya que los nuevos gobiernos enfrentan un bajo crecimiento económico y una reducción de los ingresos, especialmente relacionados con los commodities”. Y FR está hablando apenas de los distintos actos eleccionarios con sus diferentes matices según la tradición más o menos democrática de los países observados. El reporte no entra en detalles sobre particularidades o episodios que eventualmente puedan apartarse de las buenas prácticas institucionales. Se circunscribe al calendario de convocatorias y nada más. Por eso es importante que, en el caso del Paraguay, pongamos en su lugar algunas fichas mientras esperamos el devenir de este nuevo “año electoral”.
La reciente jugada del Gobierno de copar las mesas directivas de ambas cámaras del Congreso evidencia el propósito absolutamente evidente de dominar el escenario parlamentario. Las “nuevas mayorías” emergentes se están mostrando completamente funcionales al proyecto cartista de arrinconar a la oposición y a la disidencia a fin de hacer marchar algunos proyectos que de otra manera podrían quedar varados en el Congreso. El Gobierno se muestra sorprendentemente diligente en la ejecución de obras de buen ver, desde el punto de vista del marketing electoral: autopistas, rutas, viaductos y túneles están rodeando la ciudad, mientras una movediza política habitacional hace surgir nuevos barrios prácticamente de la nada. Dos emprendimientos que podrían agregar buen material de propaganda están detenidos por diversas razones: el tren de cercanías y la nueva terminal aérea, de diseño futurista pero que tropiezan con la tozuda resistencia de los legisladores hacia la figura de la alianza público-privada y de la concesión sin aprobación del Congreso. Ante semejante panorama político de gran dureza, el Gobierno se avino a negociar, entablando una alianza pegada con alfileres que deberá remediar la conflictividad en las cámaras y agregar viabilidad a los proyectos más emblemáticos de una administración que está de salida. Con ese propósito se modificaron reglamentos, se hicieron a un lado viejos compromisos de equidad en las mesas directivas y hubo, como corolario, nuevos nombramientos. Se acomodó el envase, en suma, a la plasticidad del contenido, al revés de cómo suceden las cosas en las democracias fuertes en donde el contenido copia la forma del contenedor, es decir, de la estructura institucional que contiene y da forma a la República.
Estas agachadas no pasan desapercibidas a las organizaciones internacionales de crédito, cooperación y calificación. De manera que los próximos reportes podrían reflejar esta consuetudinaria debilidad institucional del Paraguay en donde la República es rehén frecuente de un puñado de inquilinos pasajeros del poder que no trepidan en resquebrajar su integridad con tal de sacar adelante proyectos personales. Un clásico.




 

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