En economía, y sobre todo cuando se piensa a escala nacional, existen mil y una maneras de perder el tiempo. Cuando el que lo pierde es una persona individual o un grupo de ellas, el daño se reduce. Pero cuando la pérdida de tiempo involucra una gestión de Estado, la cosa adquiere otro cariz y entonces hay que hablar no sólo de pérdida de tiempo sino también de recursos económicos y de gestión pública, ambos muy caros y de difícil reposición. Leímos que una organización campesina quiere reactivar el cultivo del algodón y que para ello, una de sus líderes expresó (sic) “nosotros vamos a exigir (la variedad IAN 425), porque necesitamos recuperar esa producción.