El mundo de las palabras que determinaba el límite de una persona ha quedado a un lado por este desarrollo tecnológico que supuso la abreviación como forma y modelo de comunicación. Nada requiere ser hoy explicado y el presidente de la nación más poderosa del mundo no tiene por qué disimular sus grandes limitaciones en tuits, en los que dan igual las amenazas como las congratulaciones. Todo es posible entenderlo de la manera como uno desea y nada requiere ser explicado. Este mundo autorreferencial, como lo describe el filosofo coreano Han, nos está llevando hacia unas fronteras donde cada vez será más complejo entender no solo lo distinto o lo diferente sino como consecuencia: uno mismo. El concepto de Hannah Arendt de la alteridad (uno era en el otro) puede ser parte de una arqueología humana de difícil explicación en casi todos los campos.