Bajo este membrete del más puro estilo burocrático quedó congelado en el Congreso, en diciembre pasado, un intento de profundizar la regulación del origen y uso de fondos para financiamiento de campañas electorales en las internas partidarias. Los políticos paraguayos pueden ser muchas cosas, pero algo que no tienen es un pelo de zonzos. Sabían lo que se hacían cuando sancionaron la ley 4.743, vigente desde 2012 y que supuestamente “regula el financiamiento político”. La llenaron de prohibiciones y de regulaciones pero se cuidaron de incluir una simple frase que dice: “No será necesaria la contabilización de los gastos en que incurrieron los candidatos en elecciones internas”. Y a continuación instalaron un bonito embrollo interpretativo en donde dice que sí se “controlarán los gastos en que incurrieron y los ingresos que percibieron los candidatos y movimientos internos en sus campañas electorales para cargos electivos nacionales”. Hecho el campo orégano, que le dicen. Pero de pronto, un puñado de legisladores consideró oportuno corregir ese “error” y presentó un proyecto de enmienda de la ley que ingresó al Congreso en julio de 2016. El documento de inmediato fue tiroteado, legislativamente hablando, con una serie de giros a comisiones, dictámenes diversos, tratamiento en general, tratamiento en particular, objeciones, re-enmiendas y devoluciones diversas que hicieron encallar finalmente el proyecto el 5 de diciembre del año pasado… doce días antes de las elecciones internas partidarias. “Aprobado con modificaciones. Vuelve a consideración de la H. Cámara de Diputados”. ¿Se comprende, verdad? ¿Digan ustedes si no son creativos nuestros honorables legisladores?