La extrema polarización en que ha caído la democracia brasileña tiene perplejo al mundo. Dos hechos nublan el horizonte político del gigante vecino. Por un lado, el PT, que venía gobernando desde 2003, demostró su “luladependencia”. Sin la candidatura del ex sindicalista metalúrgico, su sucesor apenas puede dar una honorable y desigual batalla. Por el otro, el surgimiento de un viejo merodeador de las urnas que de un solo golpe mandó al archivo todas las predicciones previas a la hibernación política de Lula.