En alguna parte leíamos que el Gobierno sólo piensa en la ampliación de la actual terminal del aeropuerto internacional Silvio Pettirossi, dada la presión que comienzan a ejercer las compañías de aeronavegación con sus crecientes frecuencias de vuelo.
No hay otra forma de entender este tema sino a través de la improvisación y la insistencia miope con que esta administración diletante maneja la cosa pública. Lo prueban los hechos. En todas las ciudades centrales de los países desarrollados en los emergentes también y hasta en los subdesarrollados- las terminales de la aeronavegación comercial se planifican las cosas con 10 hasta 20 años de proyección. Tomemos un caso del primer mundo. Frankfurt, en Alemania, tiene alrededor de 700 mil habitantes, pero recibe anualmente el equivalente a 74 veces su población en pasajeros en su terminal aeroportuaria: 54 millones. Veamos ahora uno del tercer mundo. Por el nuevo aeropuerto de Carrasco, en Montevideo, pasaron en 2011 alrededor de 2 millones de pasajeros, lo cual equivale al 61 por ciento de su población. Si trasladáramos esa proporción al Paraguay, por el Silvio Pettirossi deberían pasar casi 4 millones de pasajeros al año
cosa que no se logrará con algunas ampliaciones. El milagro de Carrasco fue producto de su adjudicación a una empresa privada que invirtió en cinco años 165 millones de dólares. Puesto en funcionamiento en noviembre de 2009, el tráfico de pasajeros saltó de 1.200.000 pasajeros en 2008 a 2 millones en 2011.
Debe quedar en claro que ningún Estado y mucho menos el paraguayo- tiene resto para invertir en obras que dinamicen las economías nacionales. El tráfico aerocomercial es hoy un factor clave de crecimiento. En América Latina, solo Quito, Panamá, Lima y San Pablo han duplicado la capacidad de sus hubs (concentradores de tráfico aéreo), lo cual implica la existencia de políticas aerocomerciales serias, con afluencia de inversiones masivas del sector privado especializado.
El triste espectáculo que se presenta al llegar a Asunción es producto de una gestión provinciana, en manos de sindicatos por completo impotentes para enfrentar las enormes inversiones en obras, desarrollo tecnológico y capacidad de gestión que se necesita para convertir Asunción en el concentrador de tráfico que le dictamina su posición estratégica.
Una oportunidad perdida por un Gobierno que renuncia al futuro para entregarse a cuatro tristes sindicatos que se han apropiado de lo que no les pertenece.