La herramienta llamada Censo nacional de población y viviendas (o como quiera que sea su nombre completo) es fundamental en la existencia de la república. De la exactitud de sus datos depende la validez de los indicadores resultantes de cualquier estudio que se haga en cualquier ámbito, desde las expectativas de vida de los habitantes del país hasta su consumo de empanadas. La edición 2012 de este censo estaba en pleno proceso de ejecución cuando su responsable mayor fue destituida. No hubo explicación oficial alguna sobre las razones de esta remoción.
Se trata de una modalidad que se está haciendo norma en esta administración: sustituir funcionarios públicos sin explicar porqué lo hace, por lo cual el ciudadano debe aceptar el cambio de guardia como un mero acto de fe bajo el apotegma de El Gobierno sabrá porqué lo hace. En lo que a nosotros respecta, el silencio no es aceptable.
Todo lo que se escuchó decir al funcionario que aún no había asumido la dirección de la institución (Dgeec) es que los datos eran incompletos y poco confiables.
Un censo funciona en base a preguntas que deben ser respondidas por la persona mejor preparada en el hogar para ello. Sabemos lo reacios que somos los paraguayos a dejar entrar a extraños a la casa y, mucho menos, responder preguntas. Por lo tanto, es posible que haya enormes huecos que deban ser llenados. Por ejemplo: En muchos hogares nadie respondió al timbre o el batir de palmas. ¿Se los volvió a visitar? ¿Cuántos son? En muchos hogares sus ocupantes se habrán negado a dejar entrar al encuestador. ¿Cuántos son? ¿Se los volvió a visitar? En muchos hogares habrán sido recibidos por personas poco preparadas para dar respuestas consistentes. ¿Se los volvió a visitar en busca de una persona más idónea? ¿Cuántos son? En cuántos no se hablaba castellano ni guaraní pero si coreano, ruso, armenio, etc. ¿Cómo se resolvió ese escollo?
En muchos hogares el que respondió al censo no socializó el tema y los demás integrantes creen que el Censo no los visitó. ¿Se los puede cuantificar? Los datos poco confiables, ¿provienen de encuestadores no capacitados o incompetentes, que llenaron los cuestionarios de cualquier manera con tal de cobrar su salario? ¿Cuántos podrían ser y qué volumen de datos habrían alterado o inventado? Estos y muchos otros cuestionamientos deben ser una materia habitual en cualquier censo en cualquier parte. Despejar semejante masa de datos e indicadores poco confiables lleva su tiempo e insume recursos, es decir, requiere un proceso destinado a depurar la base de datos y otorgar al censo un determinado grado de confiabilidad. Y por lo que escuchamos decir a la anterior directora, en eso estaban cuando la sorprendió la destitución. Ojalá que quien la reemplaza sepa hacerlo mejor.