Al igual que pasó en 2005 cuando Joseph Ratzinger fue nombrado papa -se lo acusó de haber formado parte de las Juventudes Hitlerianas- el pasado de Jorge Mario Bergoglio y su actuación durante la época de la dictadura argentina, se convirtió en noticia en todos los diarios del mundo.
Las distintas opiniones, documentos históricos y juicios de valor han dividido a la vecina orilla; por un lado están quienes creen que era amigo de la dictadura, liderados de alguna manera por el diario Página 12 y el conocido periodista Horacio Verbitsky. Del otro lado están quienes no lo ven así, que tienen ahora como principal representante al activista y Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
La clave de las acusaciones surge a raíz de testimonios de familiares de dos jesuitas secuestrados en dictadura, que son recogidos por Verbitsky en su libro El Silencio. Allí se relata que mientras que Bergoglio era superior de la congregación jesuita en Argentina, habría retirado su protección a dos sacerdotes de su orden que realizaban tareas sociales en barrios marginales. Y como consecuencia fueron secuestrados y torturados.
Estos dos jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jalics, fueron detenidos en mayo de 1976 y permanecieron en cautiverio durante cinco meses en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), lugar que fue uno de los principales centro de torturas y asesinatos de presos políticos. Verbitsky establece además que en la redada en la que fueron detenidos Yorio y Jalics cayeron más personas.El actual papa dio su versión de los hechos cuando testificó en el juicio por el secuestro de los dos sacerdotes; allí reconoció haberse reunido con el general Videla y su número dos, Emilio Massera para reclamar por la vida de los jesuitas.En el libro “El Jesuita, conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio”, el entonces cardenal hace referencia al caso, y dice: “Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba, para abogar por personas secuestradas”. Fue una de las escasas veces que se refirió al tema públicamente.
Posiciones encontradasEn el diario argentino Página 12, el propio Verbitsky escribe una columna de opinión en la que reproduce las reacciones de personas cercanas y familiares de desaparecidos. La titula Un ersatz, término alemán que significa “sucedáneo”; así lo califica de sucedáneo de menor calidad.En su columna reproduce el testimonio de la hermana de uno de los sacerdotes secuestrados: entre los centenares de llamados y mails recibidos, elijo uno. No lo puedo creer. Estoy tan angustiada y con tanta bronca que no sé qué hacer. Logró lo que quería. Estoy viendo a Orlando en el comedor de casa, ya hace unos años, diciendo él quiere ser Papa. Es la persona indicada para tapar la podredumbre. Es el experto en tapar. Mi teléfono no para de sonar, Fito me habló llorando. Lo firma Graciela Yorio, la hermana del sacerdote Orlando Yorio, quien denunció a Bergoglio como el responsable de su secuestro y de las torturas que padeció durante cinco meses de 1976. El Fito que la llamó desconsolado es Adolfo Yorio, su hermano. Ambos dedicaron muchos años de su vida a continuar las denuncias de Orlando, un teólogo y sacerdote tercermundista que murió en 2000 soñando la pesadilla que ayer se hizo realidad.
En la otra esquina, y como principal referente de los defensores de Bergoglio en este tema está el activista argentino, defensor de los derechos humanos y Nobel de la Paz en 1980, Adolfo Pérez Esquivel; según declaró a BBC Mundo, “no tenía vínculo con la dictadura”. “Hubo obispos que fueron cómplices pero Bergoglio no (
) Se le cuestiona porque se dice que no hizo lo necesario para sacar de la prisión a dos sacerdotes, siendo él el superior de la congregación de los jesuitas, pero yo sé personalmente que muchos obispos pedían a la junta militar la liberación de prisioneros y sacerdotes, y no se les concedía. Les decían que sí y luego no se la daban”. Agrega que muchos religiosos “hicieron gestiones silenciosas para liberar a muchos presos”.
El Observador, Uruguay - RIPE