No es que fuera difícil la tarea que me encargaron cuando empecé a trabajar de ayudante de camarero, llevar a las mesas las cestas de pan y las cazuelitas con aceitunas. Pero en mi primer viaje no llegué ni a salir al comedor, desparramé por el suelo de la cocina los panecillos mientras intentaba empujar con el pie el batiente de la puerta. Creo que ya lo había explicado alguna vez porque aún recuerdo la sensación de fracaso en que me sumió aquel desastre inaugural.
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Camareros contra robots
Quien haya cargado y descargado una bandeja con botellas y copas sabe que la tarea requiere de un cierto entrenamiento.