El mismo afirmó que cuando se realizan cortes de gastos presupuestarios, por la inexistencia de recursos de recaudaciones o de deuda para financiarlos, para evitar el déficit fiscal, dicha austeridad forzosa se hace precisamente en aquellos rubros que podrían hacer crecer la economía y mejorar la calidad de vida de los paraguayos: rutas, energía, salud, educación, etc. Eso significa que se castiga a aquellos egresos, o se evitan créditos endógenos, que podrían impulsar la productividad y la producción, tendiendo al equilibrio con nuevos ingresos del Estado derivados de una recaudación mayor de un PIB mayor. Nada que agregar.
En las experiencias de otros países del mundo pasa lo mismo, pero los gastos igual se ejecutan. La necesidad de que exista previamente una justa y equivalente recaudación impositiva, para ejecutar presupuestos públicos de gastos sociales, de inversión o de salvataje de empresas privadas en crisis, es un axioma de la economía ortodoxa que no se compadece con la realidad. La crisis de 2008 comprobó cómo de la noche a la mañana billones de dólares fueron emitidos para salvar a centenas de bancos en los Estados Unidos. La pandemia del 2020 no esperó que los impuestos llegasen primero al tesoro para que los Estados Unidos otorgasen millones de créditos puente para pasar el mal momento, u otorgasen más de 900 millones de dólares a cada empresa, Pfizer y J & J de la Janssen, para hacer las vacunas anti Covid que evitaron la muerte de millones de seres humanos en el mundo. Entre ellos, probablemente, las de muchos paraguayos, gracias al presupuesto deficitario norteamericano.
El presupuesto público