La inclusión en el mundo laboral ciertamente es lo correcto desde el punto de vista ético. Pero no se limita a eso: también genera un círculo virtuoso que redunda en numerosos beneficios para todos los colaboradores, con y sin discapacidad, así como para las propias compañías.
Las empresas que tuvieron el coraje de dar este cambio se dieron cuenta de que los colaboradores con discapacidad son ejemplares. Hablamos de personas altamente comprometidas, responsables, que hacen las tareas siempre de manera correcta. A ellos les mueven las mismas motivaciones personales y profesionales que cualquier persona: desarrollarse plenamente y ser autosuficientes. Si esto no convence aún a los más escépticos, pues hay investigaciones concluyentes al respecto. Las organizaciones con culturas inclusivas tienen un 39 % más de satisfacción del cliente, 22 % más de productividad y 27 % más de rentabilidad.